Llegamos al bar alrededor de las 12 (reitero: “más careta de Ituzaingo”) y pasó lo que temíamos: estaba completamente lleno de gente de treintaylargos comiendo picada, tomando cerveza del pico de esas botellitas chiquitas que son tan yankis y mirando un dvd de marley, bob. Lo primero que dijimos fue “donde joraca nos metemos?” (Mentira, el primero fue “hay que pagar?” y “cómo hacemos para entrar sin pagar si es que hay que pagar?”, por supuesto no había que pagar así que aprovechamos él para tomarse dos stella artois, yo dos dr lemon ). Alrededor de la 1 entra un pibe con camiseta de jamaica y cara de “uuuuuuuuuuuuuuuuuuu-boluuuuuuuuuuudooooo-este lugar-ta-lleno-de-animaaaaaaleeeeees”. Nos saluda. Nos miramos: “quien es?”. “No viene agus che?”; “noup”; “aaaaaaaaaaaaaah, bueno”. Y se sentó en la escalera mirando a la nada. (Para ese momento la banda, que había estado dando vueltas por ahí, había desaparecido misteriosamente. Reaparecería unos minutos más tarde con sonrisas exageradas y ojos finitos). Nuevamente se acercó el chico camiseta de jamaica, “chicos, tienen algo?” (para algún lector desprevenido, ese “algo” se refiere a marihuana). Nos miramos, ¡mierda! “no”; “que cagada, yo creía que si agus venía iba a traer”. MIERDA.
Nosotros, mientras tanto, nos apoyabamos en la baranda de la escalera, con lo cual éramos victimas constantes de los empujones del señor soy-mozo-de-un-bar-concheto-y-vos-no que pasaba con: chandon 187+speed, stella artois, corona, guiness. De quilmes o insenbeck ni hablar. El salvavidas de esos minutos fue la chica de unos 20 años y pelo cortito ( =D ) que bailaba a pocos metros.
Unos segundos antes de que el guitarrista gordo con cara de “uuuuuuuuuuuuu -boluuuuuuuuudooooooooo-stamooos-maaaaal” se comenzara a intentar calzar la guitarra, se cortó la luz. “hagamos un amplague!” gritó uno. Por suerte no duro demasiado y los gritos de los trintañeros en pedo duraron poquito.
Sería incapaz de explicar las sensaciones encontradas que me provocaron: a) un hombre de treintaylargos completamente en pedo, con gorra, reboleando las manos y desarmándose intentando seguir los palillos de la batería. Luego se levantaría de su silla y bailaría (“bailaría”) hasta caerse al suelo (no más de tres o cuatro minutos más tarde) b) un hombre de cuarentaylargos con anteojos oscuros y cara de “uuuuuu-boludooooo-miraaa-tengo-veinte-años!” bailando con una planta (no es ninguna metáfora, una planta de verdad) c) uno de los mejores recitales que vi de esta banda (gracias a: un cambio de baterista, ausencia de vientos reemplazados magistralmente con solos de guitarras, cercanía a causa del pequeño volumen del lugar y, por supuesto, chica de alrededor de 20 bailando a pocos metros).Para ser fino, a esa altura el mozo me había roto excesivamente las pelotas, con lo cual la idea de robarme el vaso fue más de rencoroso que de otra cosa (además el vaso era lindo). Cerca de las 4 de la mañana de un jueves (a causa de una serie de eventos desafortunados no podré salir un viernes por las próximas semanas) abandonamos el lugar con: dos vasos, una lista de canciones y transpiración al por mayor.
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