Friday, November 16, 2007

de la idea fifty-fifty, el vaso y la edad

Debían ser cerca de las seis y media cuando me abrieron la puerta del sucucho que es la redacción de Güarnin! y el estudio de Fm en tránsito, y me invitaron cordialmente a retirarme. Un segundo antes había bajado varios pisos en una escalera vieja al aire libre, había esquivado a un perro, había cruzado un patio y un pasillo oscuro. Bueno, hasta el año que viene, me dije y crucé Avellaneda. A los pocos pasos recibo la llamada de agus (alias: “culoteronte”, o simplemente “agus culo grande”). La mencionada me contó que esa misma noche tocaba Chala Rasta (una de mis bandas preferidas de reggae nacional y la única que conozco que, si bien todos sus integrantes fuman, no tiene ninguna canción que haga referencia a la marihuana) en el bar Zoo (según Lucas (alias: “Mayo” o “Luca” porque últimamente a los argentinos nos cuesta cada vez más pronunciar las S) Zoo o Life Zoo Café es el bar “más careta de Ituzaingo”) de Ituzaingo. Caminé hasta lo de agus, allí me encontré con Fede (alias: “cabeza grandota” o “cervo”), Eri (alias: “sol” que es su segundo nombre porque “erica” no le gusta y si le decís “erica” te mira feo) y agus “culo grande”. Al caso es que cada uno argumentó distintos tipos de pretextos para no ir hasta Ituzaingo. Así que volví a mi casita caminando las 2 cuadras y media mirando al suelo y pateando piedritas. Mis señores progenitores se habían ido al hipódromo de san isidro a “ver AIDA” (hipódromo? San isidro? Vamos che, hay formas más creíbles de disimular que van a un telo) así que me tuve que conformar con una cena de milanesas (frías, de la heladera) previo paso por el mayor milagro de la humanidad (alias: “el Microondas!” con mayúscula y signito). Ok, llamado a Luca, quedamos en encontrarnos 11 menos 10 en Rauch (mi calle, que en realidad no se llama Rauch hace años sino que se llama Larralde, pero para los de capital es como Canning) y España (su calle). Llamé a agus quien ya conocía ese lugar para preguntarle cuánto le habían cobrado la entrada. La respuesta fue un sútil: “estoy durmiendo, la puta que te parió”. Caminando por Rauch noté que la primavera nuevamente nos había eludido y que simplemente me estaba cagando de frío. Llamado a lucas (god bless the damn fucking cell phones): “me traes un busito?”. Por supuesto termine encontrándome con el susodicho en su casa, es decir, 3 cuadras más lejos y luego de reflexionar sobre si debíamos caminar 15 cuadras hasta castelar e ir en tren, o caminar 25 e ir caminando, optamos por la segunda de ratas que somos nomás. El camino fue largo, frío y no vale la pena contarlo.

Llegamos al bar alrededor de las 12 (reitero: “más careta de Ituzaingo”) y pasó lo que temíamos: estaba completamente lleno de gente de treintaylargos comiendo picada, tomando cerveza del pico de esas botellitas chiquitas que son tan yankis y mirando un dvd de marley, bob. Lo primero que dijimos fue “donde joraca nos metemos?” (Mentira, el primero fue “hay que pagar?” y “cómo hacemos para entrar sin pagar si es que hay que pagar?”, por supuesto no había que pagar así que aprovechamos él para tomarse dos stella artois, yo dos dr lemon ). Alrededor de la 1 entra un pibe con camiseta de jamaica y cara de “uuuuuuuuuuuuuuuuuuu-boluuuuuuuuuuudooooo-este lugar-ta-lleno-de-animaaaaaaleeeeees”. Nos saluda. Nos miramos: “quien es?”. “No viene agus che?”; “noup”; “aaaaaaaaaaaaaah, bueno”. Y se sentó en la escalera mirando a la nada. (Para ese momento la banda, que había estado dando vueltas por ahí, había desaparecido misteriosamente. Reaparecería unos minutos más tarde con sonrisas exageradas y ojos finitos). Nuevamente se acercó el chico camiseta de jamaica, “chicos, tienen algo?” (para algún lector desprevenido, ese “algo” se refiere a marihuana). Nos miramos, ¡mierda! “no”; “que cagada, yo creía que si agus venía iba a traer”. MIERDA.

Nosotros, mientras tanto, nos apoyabamos en la baranda de la escalera, con lo cual éramos victimas constantes de los empujones del señor soy-mozo-de-un-bar-concheto-y-vos-no que pasaba con: chandon 187+speed, stella artois, corona, guiness. De quilmes o insenbeck ni hablar. El salvavidas de esos minutos fue la chica de unos 20 años y pelo cortito ( =D ) que bailaba a pocos metros.

Unos segundos antes de que el guitarrista gordo con cara de “uuuuuuuuuuuuu -boluuuuuuuuudooooooooo-stamooos-maaaaal” se comenzara a intentar calzar la guitarra, se cortó la luz. “hagamos un amplague!” gritó uno. Por suerte no duro demasiado y los gritos de los trintañeros en pedo duraron poquito.

Sería incapaz de explicar las sensaciones encontradas que me provocaron: a) un hombre de treintaylargos completamente en pedo, con gorra, reboleando las manos y desarmándose intentando seguir los palillos de la batería. Luego se levantaría de su silla y bailaría (“bailaría”) hasta caerse al suelo (no más de tres o cuatro minutos más tarde) b) un hombre de cuarentaylargos con anteojos oscuros y cara de “uuuuuu-boludooooo-miraaa-tengo-veinte-años!” bailando con una planta (no es ninguna metáfora, una planta de verdad) c) uno de los mejores recitales que vi de esta banda (gracias a: un cambio de baterista, ausencia de vientos reemplazados magistralmente con solos de guitarras, cercanía a causa del pequeño volumen del lugar y, por supuesto, chica de alrededor de 20 bailando a pocos metros).

Para ser fino, a esa altura el mozo me había roto excesivamente las pelotas, con lo cual la idea de robarme el vaso fue más de rencoroso que de otra cosa (además el vaso era lindo). Cerca de las 4 de la mañana de un jueves (a causa de una serie de eventos desafortunados no podré salir un viernes por las próximas semanas) abandonamos el lugar con: dos vasos, una lista de canciones y transpiración al por mayor.

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