Wednesday, August 13, 2008

¡Hay gorro, bandera y vincha!





E
n un país con tal pasión por el fútbol no es de extrañar que todo (absolutamente todo) tome el idioma, las ideas y el colorido de las hinchadas. Esto se ve claramente en la política, donde no sólo hay semejanzas, sino que ciertas costumbres han llegado a igualarse ¿Será por eso que el conflicto por las retenciones móviles que quiso implementar el Gobierno nacional se vivió con tal “pasión”?

El partido había comenzado allá por marzo y había sido un primer tiempo trabado, con cortes, fueras de juego y numerosas faltas que, por una razón desconocida, no merecieron tarjeta alguna. El entretiempo duró tan sólo un mes, pero fue suficiente como para que, cuando el partido se retomó, la pelea fuera mucho más dura. Y fue tan dura que hasta incluyó un empate agónico en el último minuto y una definición por penales con toda la tensión y los nervios característicos de estas instancias.

¿Hubo festejos con banderas, cánticos y afiches? Hubo, ¿Hubo actos de violencia (elemento infaltable en nuestro fútbol? Hubo, y en abundancia. Y también hubo un resultado, aunque no un vencedor definitivo, como si se hubiera ganado una semi y aún no se supiera qué suerte le esperará al equipo en el último partido.

Si al final este conflicto sirvió para algo, fue para que buena parte de la sociedad se diera cuenta de una nueva diferencia entre el fútbol y la política: en esta última, la rivalidad es sólo un concepto, no una realidad y las tribunas no están enfrentadas sino que están una al lado de la otra, en el mismo estadio. Y el debate-partido no es un juego con vencedores y vencidos, sino que es un elemento clave en las construcción de una sociedad que ha demostrado en estos últimos meses lo lejos que está de una real participación política y lo cerca que está de la cultura del “gorro, bandera y vincha”.

Thursday, August 7, 2008

La Mariposa

Investigando sobre el famoso microrrelato de Chiang Tzu y su mariposa me topé con este fantástico texto que realmente vale la pena leer:


“Sueño de la Mariposa” se llamaba la fábula y estaba dedicada a Chiang Tzu: “Juan Pérez soñó que era un mariposa. Al despertar ignoraba si era Juan Pérez que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Juan Pérez”.


No sé si la historia es real. Puede ser un guiño, un sueño de alguien —de algo— tal vez desconocido. A veces reviso Internet para asegurarme de que no es el revoloteo de mi propia fantasía lo que provoca una tormenta culposa.

Todo sucedió hace un año —hace dos mil años—. Un hombre soñó que escribió un cuento en que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Juan Pérez que había escrito un cuento en que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Juan Pérez, que ganaba un concurso de cuentos.

Para asegurarse, se cambió de nombre. Ya no se llamaría más Chiang Tzu, sino que sería Carlos Dumont. Encubriría su identidad como un ciervo escondido entre las hojas secas del bosque, y participó en un Concurso de Cuentos (a fines de 2004 en Argentina) y lo ganó. El trabajo premiado fue publicado en el número siguiente de la revista organizadora del certamen.

“Sueño de la Mariposa” se llamaba la fábula y estaba dedicada a Chiang Tzu: “Juan Pérez soñó que era un mariposa. Al despertar ignoraba si era Juan Pérez que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Juan Pérez”.

Entre los lectores hubo una, Dora Ulrico, que dio cuenta de la ignominia. El cuento pertenecía a Chiang Tzu y había sido escrito 300 años antes de Cristo. Carlos Dumont era tan solo un aparecido que soñaba fama a costa de la fantasía de otro. Algunos creen que Dumont, como Pierre Menard, como Homero, como Borges, jamás existió.

Pero la absurda realidad que se había desatado, obligó a los miembros del jurado a reunirse horas más tarde para acusar de hereje a los que antes fueron bendecidos. Ya repuestos de pundonor, atribuyeron tan lamentable traspié al agotamiento físico (sic).

Y maldijeron a Chiang Tzu, que se había comportado como un Ciervo Escondido en las palabras de Dumont. “Parece un sueño —dijo alguien— …y no precisamente de una mariposa”. Todos ya estaban al tanto del verdadero veredicto, referido por Borges en su libro Cuentos breves y extraordinarios (que habla de cuentos de otros).

“El sueño de Chiang Tzu” —por si alguien todavía no lo ha imaginado— es el siguiente: “Chiang Tzu soñó que era un mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre”.

Lo insólito es cómo se acrecienta el desaire del vuelo. El autor acusado de plagio hizo sus descargos en una misiva (nada breve, por lo demás). En ella —verdaderamente—hace las veces de un leñador que escondió algo en un sueño y alguien que le arrebató la materia de su sueño y del rey Cheng que sirvió de juez.

Es la anécdota de un ciervo escondido: Alguien sueña que caza al animal y cuenta el sueño. Otro lo escucha y encuentra al animal siguiendo los datos del sueño. Un rey, entonces, tiene que dirimir de quién es la presa y se pregunta si el querer repartir al animal no es todavía otro sueño más.

Pues bien, Carlos Dumont hace un elogio (un encomio será mejor decir) del chino Chiang Tzu, lo que —dos mil años después— provoca suspicacias. Más todavía cuando repite —palabra por palabra y línea por línea— la ambición de P. Menard: producir unas páginas que coincidieran —palabra por palabra y línea por línea— con las de Miguel de Cervantes.

El sincronismo entre literatura y tiempo histórico sería, pues, subterfugio para justificar lo escandaloso. La literatura es una idea inconcebible. Las siguientes digresiones son muestras de alguien que ha perdido su botín: “…la metáfora adecuada para llamar la atención sobre el hombre actual, cuya crisis de la identidad se extiende también a sus sueños: ¿es el hombre quien sueña o es la tecnología quien sueña por él?”

¡Qué remate más burdo! Lo único rescatable es la apostilla final (la palabra persona viene del étimo máscara.) de alguien que confiesa que ha mentido: “Carlos Dumont no existe; su nombre es sólo producto de mi mente”. Al no existir el aleteo de la mariposa, no existe tempestad. Así, no sé si yo —autor desconocido— soy el conspirador de otra patraña. ¿Habrá diferencia entre los sueños de Dumont y los del resto de los mortales?

Termina su historia: “Esperando benevolencia y comprensión, los saluda sinceramente. Dora Ulrich”. Su rebeldía pudo más que su descaro. Recordemos que Ulrica —¿son deformaciones (torpes ficciones) el apellido Ulrico y su variante sajona Ulrich?— es el verdadero sueño de Borges, la mariposa del amor que se posó en Javier Otárola, en El libro de arena (“como la arena se iba el tiempo”).

Borges no existe. Lo que llamamos Borges es otro sueño de Chiang Tzu.


Marco A. Rodriguez

Sunday, August 3, 2008

Un pequeño homenaje

Al artista que iluminó una pared de mi barrio, y miles de paredes más en otros barrios.
A Pérez Celis y a su Libro de Morón.


Saturday, August 2, 2008

Nada que ver con nada

Como de costumbre, ando por ahi robando ideas. Esta vez la idea hurtada pertenece a http://yosoylareina.blogspot.com/ sólo que yo pongo nombres.
ah, ayer fui a ver pillowman, asi que en un par de días escribiré algo.


Olivia Hallinan

Alexandra Maria LaraRegina Spektor


Fabi cantilo


JEM

Emma WatsonBjörk (¿por que siempre se esfuerza en salir mal en las fotos?)


Dolores Fonzi (estuve un rato largo buscando la foto con menos produccion)



Si en estos días se me ocurren más, agrego fotos.