Después de un disco introspectivo, oscuro, conceptual, experimental, en el que supieron explotar sus deseos y sus ansias combinándolos con arte abstracto y música que llegaba a destacarse (y a desentonar) según el tema, ¿Cuentos Borgeanos viene con esto? Felicidades es, ya desde el título, todo lo contrario a Fantasmas de lo nuevo y Misantropía, es débil, insípido y sumamente común. Si en los discos anteriores, la banda de Abril Sosa, ex baterista de Catupecu Machu (de la época de Cuentos Decapitados), parecía buscar en el dolor y las desgracias una reflexión casi Cüresca (por The Cure, digo) de la vida, esta vez la inspiración nace de la felicidad (de ahí el título, más que obvio) y las canciones abundan en frases preadolescentes como “sólo debes entender / que el remedio es el amor” (en “Felicidades”). Incluso, no hay letra en la que no se repitan exageradamente (y hasta el hartazgo en mi caso en particular) las palabras “Amor” y “Dolor”, acercándose así más a Ricardo Montaner que a quién-quiera-que-hayan-intentado-parecerse. (Hay que ser Robert Smith para poder escribir Just Like Heaven)Musicalmente, el disco es completamente emo, similar al estilo melancólico teen de Simple Plan y al intento fallido de rock fuerte que pretendía mostrar Good Charlotte cuando salió a la luz hace unos años.
La única canción que puede llegar a destacarse es el corte de difusión “Eternidad” que tiene todas las características necesarias para ser hit: música simple y linda, letra tierna y aún más simple, melodía pegajosa (y sí, también simple).
A la chica de entre 12 y 20 años y al varón que quiera hacerse el tierno sin cometer el sacrilegio de recurrir a canciones de Chayanne o Alejandro Sanz para levantarse a esa chica de entre 12 y 20 años, este disco puede llegar a gustarles. Para mí, Felicidades de Cuentos Borgeanos fue la decepción del año.
